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Caminando por Bodegas La Cigarrera

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Bodegas Las Cigarreras

Caminando por Sanlúcar de Barrameda… por el barrio Alto, camino por la Cuesta de Belén desde donde se observa el Convento de la Merced. Por supuesto, se respira el olor a Manzanilla, hija única de Sanlúcar, mimada y cuidada, incomparable e inimitable. Camino acompañada de las botas de vino, pues nos rodean por estas calles… Susurrando que son dueñas de un producto único en el mundo. Digo único, porque La Manzanilla se produce exclusivamente en Sanlúcar de Barrameda, dada su situación geográfica, su climatología que hacen que el velo de flor que la cubre como si fuera una manta, es un microrganismo diferente a otros como el de Jerez o El Puerto.

Las botas de vino en el marco de Jerez, no se llenan por completo, se deja un espacio de aire dentro. Una bota de 600 litros de capacidad, llenaremos unos 500 litros. La manzanilla es un vino de crianza biológica, esto quiere decir que está protegido por una capa de levaduras, sin estar en contacto con el aire que la oxidaría. Posee las mismas características que el fino, pero a su vez son dos vinos muy diferentes. Una de sus características son los toques salinos por su cercanía al mar.

Muchos de vosotros os preguntareis porque casi todas las manzanillas poseen nombre de mujer, esto es debido al fenómeno sexualizador producido en el mundo de las bebidas alcohólicas. Se establece un binomio mujer-manzanilla. Así como la vida está divida en clases, lo mismo sucede con las marcas de las manzanillas, algunas con nombres de mujeres castizas, elegantes y otras aflamencadas. La Manzanilla es la esencia, belleza, clase, perfume, magia, gusto, el alma de la mujer hecho vino.

En la historia muchas mujeres han sido precursoras y destacadas en el mundo empresarial del vino, solamente en Sanlúcar, en los primeros años del siglo 20 existían 28 señoras dedicadas al negocio.

Camino hacia Bodegas La Cigarrera, fundada en 1758… muchos años de historia y de pasión por el vino. Todo comenzó cuando Don Joseph Colom Darbó, procedente de Barcelona, decidió emprender su aventura en tierras sureñas. Se asentó en Sanlúcar, donde tomo a censo una serie de inmuebles en el Callejón del Truco, iniciando a caminar por el sendero del mundo de la industria vinatera.

En 1791, Don Joseph nos abandona, dejando su negocio en herencia a sus 5 hijos, quienes lo ampliaron y siguieron luchando. Paso el tiempo, y el negocio del vino perpetuaba en la familia. Ya corría el año 1891 cuando Don Manuel Hidalgo Colóm, bisabuelo de los actuales propietarios, lanza LA CIGARRERA. La cual aún sigue entre nosotros gracias a Doña María del Pilar García de Velasco viuda de Don Rafael Hidalgo Otaolarrichi y sus hijos, quienes están al frente de la Bodega en la actualidad.

Como dijo Antonio Machado en su poema a la Manzanilla: – “El Color que da Sanlúcar a la bandera de España” … pues bien, La familia Hidalgo sigue pintando la bandera española con el color de su manzanilla La Cigarrera. Don Ignacio Hidalgo capitanea el barco, junto a Don Pedro Hidalgo, su hermano.

Admirable mi fortuna, pues tuve la suerte de trabajar con ellos, de hecho, gracias a la familia Hidalgo García de Velasco tuve la oportunidad de emprender este maravilloso viaje en el mundo del vino el cual llevo en la sangre. En la bodega, junto a Ignacio, Pedro y Pablo Hidalgo, siempre para arriba y para abajo, sin parar de trabajar. Con Juane, mimando la bodega e invitándome a escondidillas a una manzanilla pasada, el secreto mejor guardado de la bodega que solo unos pocos pueden catar. Ramiro, cuidando nuestros vinos y enseñándome procesos de clarificación… cuantos momentos inolvidables y que experiencia más bonita, esas charlas sobre vinos. Doña María del Pilar, que de vez en cuando nos deleitaba con su visita, en el patio con su copita de Pedro Ximénez nos poníamos a charlar junto a su hija Paloma la cual desafortunadamente ya no nos acompaña, desde aquí os presento mi más sincero agradecimiento a todos.

Hoy en día Bodegas La Cigarrera se encuentra en un enclave simplemente extraordinario. Su patio, cubierto por parras donde en verano cuelgan los racimos de uvas, esa sombra fresca que proporciona que junto a una copa hacen el que el tiempo pase con una sensación de bienestar y tranquilidad. Alrededor nos encontramos con tres cascos de bodegas, que nos inundan con su perfume de historia. A parte de la manzanilla destacan también el maravilloso amontillado, el cual me tiene enamoradísima, suave, sutil, con toques de la alegría de la Cigarrera y de vejez por el paso del tiempo sin su madre. También el oloroso, seco, amable, con cuerpo. Que decir de los vinos dulces naturales, el típico moscatel de la zona, moscatel oscuro, cremoso, cada trago es como saborear las uvas pasas más tiernas y dulces existentes en la tierra. El Pedro Ximénez… no hay palabras para describirlo, el caramelo más dulce pero no empalagoso, más líquido que otros que he probado, lo cual hace que, entre mejor en boca, dejando un retrogusto de felicidad.

Dentro de la bodega, también nos encontramos con la Taberna Cigarrera Soto, donde nos podemos deleitar con una buena ración de pescadito frito, papas aliñadas, chicharrones, o cualquier producto típico de la zona, acompañado por supuesto de un buen vino de La Cigarrera, mientras disfrutamos de un enclave inigualable.

Como siempre, nuestra provincia no nos deja de sorprender. Podría decir que la provincia de Cádiz es la cuna del buen hacer en todos los sentidos.

Otro pedacito de historia que no podéis dejar de visitar y de apreciar, Bodegas La Cigarrera.

Espero que os guste.