La actual plaza Rafael Rivero se creó en torno a uno de los accesos a la ciudad amurallada, la Puerta de Sevilla. Será a partir del derribo de esta última en 1864 cuando adquiere la configuración urbanística que tiene ahora y que culminará con la inauguración en 1883 del monumento del célebre alcalde que le da nombre.
Un siglo antes de todo esto se había levantado el espléndido ejemplar de arquitectura doméstica barroca donde vivió el propio Rivero, situado en el número 3 de la plaza.
La iniciativa de su construcción partió de Antonio José de Menchaca. Pese a ser sacerdote, nos constan sus fuertes lazos con la industria del vino a través de su tío, Juan de Menchaca, uno de los pleiteantes contra el gremio de la vinatería, y su cuñado Francisco Antonio de la Tijera, mano derecha del Marqués de Montana y sucesor en la dirección de la compañía CZ.
A finales de 1775 Antonio José alcanza el rango de canónigo de la Colegial lo que le anima a edificar una morada acorde a este ascenso social. Meses más tarde compra un primer inmueble al que sumará al año siguiente otro colindante. La idea era ocupar todo ese lado de la plaza.
Para dar más vista a su cuidado exterior solicita incluso al Cabildo el derribo de la escalera que daba acceso al adarve de la muralla, con la que su casa lindaba. En 1777 se produciría la conclusión de las obras, como figura en el reloj de sol de la fachada. Finalmente, en 1803 vende el edificio a su cuñado, abuelo de Rafael Rivero y de la Tijera.
El canónigo debió de contar con el arquitecto Juan Díaz de la Guerra, al que conocía bien por su trabajo previo en el Hospital de la Sangre, del que Menchaca era administrador. Díaz repitió con leves variaciones la portada que trazó para el palacio de los Carrizosa varios años antes. Pero de ello se hablará ya en el próximo artículo de esta serie.