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Copeando en El Pasaje

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El Tabanco, Patrimonio de Jerez

Entramos por la puerta de atrás del Tabanco El Pasaje y nos adueñamos de nuestro rincón, justo al lado del grifo de la cerveza. Pedimos media botella de fino y unos frutos secos, otros en cambio se refrescan con fría cerveza.

Nos apoyamos en la barra de caoba, todo un retablo al dios Baco donde pululan como si fuesen imágenes los vasos de todas las gamas de vino de Jerez.

Tabanco El PasajeSe conversa, risas, penas y al rato siempre atento Alejandro Fernández invitándonos a una interesante charla sobre el tabanco donde trabaja. En el que Antonio Ramírez y el equipo del Pasaje han sometido el establecimiento a una ardua restauración y una magnífica reinvención.

La historia del Pasaje a principio del Siglo XX, nos narra Alejandro, fue un almacén de comestibles y más tarde sede del gremio de camareros de Jerez.

Pasando los años alrededor de los 20 para ser más preciso, esta sede se convierte en Tabanco La Fortuna, regentado por Domingo Jiménez hasta adaptar su nombre en 1925 al actual El Pasaje nombre que es debido, según el autor Juan de la Plata en su obra «los Tabancos y Ventas de Jerez», a que el local posee dos entradas al mismo; la principal por la calle Santa María justo en el número 8 y la posterior, que para el que escribe es la principal, por calle mesones número 7.

Tabanco El Pasaje

Todavía se conserva el primer toldo del Tabanco el Pasaje, donde Alejandro nos señala una especie de buhardilla, justo arriba de una andana de botas. Entre damajuanas, jarras bodegueras, arrobas y medias arrobas como si de un pequeño museo del Jerez se tratase, al fondo se encuentra desplegado el antiguo toldo del establecimiento, donde reza: El Pasaje – Vinos. Más abajo y pegado a la pared hallamos el ancestral biombo, que se ha reinventado de una manera expositiva hacia los nuevos veladores para los clientes. Ese mismo biombo tapaba parte de la entrada principal, dándole ese recogimiento y ambiente misterioso que poseía el tabanco.

Tabanco El Pasaje

El Pasaje era un tabanco donde la picaresca jerezana se adecuaba bien, algunos dicen que el nombre del pasaje viene cuando los trabajadores de los bancos iban a echarse el vasito, uno se quedaba a hacer ronda en la puerta del local divisando si se acercaba algún manda más a buscarlos, si el jefe era localizado, el vigía daba la voz de alarma y depende de donde viniese el superior salían por la puerta contraria para no ser hallados in situ. Se habla también que los trabajadores de correos e incluso pescaderos hacían la misma jugarreta. De ahí posiblemente venga el nombre del Pasaje.

Hoy en día, se ha optado por quitar el biombo huyendo del entrañable aspecto cavernoso de antaño, y se ha acondicionado a los tiempos modernos, destapándose incluso un arco ojival que pasaba totalmente desapercibido entre los clientes. El tabanco también posee sus propias leyendas, una de ellas es la de la tablilla de pagos numerada del 1 al 7 donde se apuntaban las cuentas de los clientes y el sábado a medio día se pagaba lo que se debía casi siempre en sobres.

Tabanco El Pasaje

La leyenda sitúa a la cuenta número 2 la cual trae consigo un síntoma de maldición, si ya la superstición en la época era continua se suma a esto que varios clientes apuntaron sus cuentas en el número dos, dando la funesta casualidad de su fallecimiento, la voz se fue corriendo y el número quedó maldito, quedando siempre la cuenta vacía a no ser que el cliente quisiera suicidarse. Y hablando de cuentas, este Tabanco es el único o por lo menos el que lleva la tradición jerezana, de apuntar en la barra las cuenta en tiza. Una costumbre de la que no se ha despegado Tabanco El Pasaje y lo convierte en un sitio carismático.

Así que si se quiere disfrutar de un poquito de historia, vivencias, y sobre todo un buen vino de Jerez tanto de primeras marcas como a granel, el pasaje es el sitio ideal. Nosotros desde La Sacristía del Caminante recomendamos el Palo Cortado y el Oloroso o el vino de la azotea llamado así por ser la bota más alta de la andana. Aunque el fino fresquito de Maestro Sierra es por qué no decirlo todo un lujazo.

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