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Casas para una ciudad vinatera (y VII)

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Casas para una ciudad vinatera (y VII)

Para acabar con esta serie de aportaciones a la arquitectura civil de la segunda mitad del siglo XVIII, voy a recordar una casa que, por desgracia, perdimos hace décadas. Me refiero a aquella que se situaba en la esquina de la calle Corredera con la Plaza de las Angustias. De esta construcción nos han llegado algunas fotografías, que hacen lamentar su atroz derribo, y cierta documentación, que permite conocer quiénes la levantaron, los Vargas de Fontanilla. Una familia implicada también en el negocio del vino y que incluso poseería una bodega junto a su morada.

La historia comienza en 1773 con la compra por parte de Diego José de Vargas de un inmueble propiedad de un personaje que conocemos muy bien ya, Juan Haurie. Meses más tarde, en 1774, Vargas emprende las obras previas de cimentación y decide solicitar permiso al Ayuntamiento para regularizar la planta de la nueva vivienda, otorgándole una forma cuadrangular de la que carecía el anterior edificio. Esto permite entender que desde el primer momento el objetivo fue enfatizar la esquina de la casa, por las amplias perspectivas que gozaba como punto divisorio entre dos espacios urbanos.

Una esquina que llegaría a convertirse en una de las más vistosas de Jerez y que, con su hornacina para ostentar una imagen sacra, se inspiraba con claridad en las del Palacio Villapanés. Como en este, pudo intervenir en su diseño el arquitecto Juan Díaz de la Guerra. En 1776 fallece Diego José de Vargas sin poder ver concluidos los trabajos. Tendrá que ser su viuda, Micaela de Fontanilla, quien logre finalizarlos al año siguiente.

Casas para una ciudad vinatera (y VII)
En la actualidad.

Aunque sin alcanzar la fortuna y protagonismo social de un Haurie o un Montana, esta familia nos habla de esos nombres secundarios, y desconocidos, que igualmente pusieron su grano de arena para renovar el caserío de esa ciudad vinatera.