El sector en su conjunto alcanza un acuerdo que evita entrar en un pleito por la manzanilla, despeja el camino para la renovación del pliego de condiciones de las DO y pone fecha de caducidad al fino de Sanlúcar.
Tras varias semanas de negociaciones en un ambiente de máxima discreción, todas las organizaciones sectoriales han firmado un acuerdo que viene, principalmente, a desbloquear la tantas veces pospuesta renovación de los pliegos de condiciones de las denominaciones de origen (DO) Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda. Este acuerdo, de facto, significa la paz entre las bodegas de Jerez y las de Sanlúcar o, lo que es lo mismo, el fin de la guerra que se abrió entre el fino y la manzanilla hace unos meses.
El acuerdo se ha gestado de manera poco habitual, ya que ha partido de contactos entre varias bodegas de las dos ciudades, que han sido las que han ido informando de la marcha de las conversaciones a sus respectivas organizaciones sectoriales, Fedejerez y la Asociación de Bodegas de Sanlúcar. Las cooperativas y los viticultores de Asevi-Asaja fueron convocados ya en la recta final de las negociaciones y se sumaron sin problemas a este amplísimo acuerdo.
La Consejería de Agricultura y el Consejo Regulador también estuvieron puntualmente informados. De hecho, el papel de la Consejería ha sido clave, ya que desde un primer momento se mostró reticente al pleito al que parecía abocado el sector después de que tras el pleno de Consejo Regulador de diciembre estallara lo que se ha dado en llamar ‘guerra de la manzanilla’. El lector recordará que, como respuesta a una cuestión planteada por la Unión Europea acerca del fino y la manzanilla, dos tercios de los vocales optaron por responder que se trataba del mismo vino (misma uva, misma crianza) con la salvedad de que la manzanilla forzosamente debe criarse en Sanlúcar. Esta decisión se consideró como un agravio por las bodegas sanluqueñas, que incluso llegaron a plantear formalmente poco después que se constituyera un consejo regulador propio para la manzanilla. Ante el panorama que se avecinaba, la Consejería pidió de manera extraoficial a todas las partes que hicieran un último esfuerzo por alcanzar un acuerdo en vez de enredarse en una espiral de litigios que parecía inminente. Si todo va bien, la idea del sector es que los pliegos de condiciones –ahora toca poner negro sobre blanco el acuerdo- pudieran aprobarse en el pleno de julio, justo antes de las vacaciones, un cronograma ambicioso teniendo en cuenta la habitual dilación de plazos que se da en el Marco de Jerez.
Tal vez el principal punto del acuerdo es una vieja reivindicación de las cooperativas del Marco de Jerez, la apertura de la zona de crianza (hasta ahora reservada al triángulo que conforman Jerez, El Puerto y Sanlúcar) a toda la zona de producción, por lo que Jerez-Xérès-Sherry podrá ser utilizado también por bodegas ubicadas o que pudieran ubicarse en los municipios de Chipiona, Rota, Puerto Real, Trebujena y Chiclana… pero, sin duda, el asunto que tiene más relevancia por la polémica que le acompaña es el que pone fin a la guerra entre el fino y la manzanilla y abre el camino para que las bodegas de Sanlúcar que comercializan fino elaborado en dicha ciudad dejen de hacerlo. Para ello se abre un plazo muy largo, de casi diez años, hasta el 31 de diciembre de 2030. Durante ese período no podrán incrementar sus existencias declaradas como ‘fino’ y las bodegas que quieran seguir produciendo fino tendrán forzosamente que haber realizado a esa fecha el traslado de sus existencias ubicadas en Sanlúcar a otros municipios del Marco, lo que huelga decir que incluye a los que quedarían a partir de ahora habilitados para la crianza.
La manzanilla también avanzará institucionalmente, dotándose de una mayor autonomía a la comisión al respecto que ya hay en el seno del Consejo Regulador, institución que a su vez se compromete a redoblar esfuerzos en impulsar la singularidad de la manzanilla. Las decisiones que adopte la comisión pasan a ser vinculantes, si bien es cierto que el pleno tendrá el control previo de los temas que se sometan a debate y, en su caso, a votación.
Por último, habría que destacar que los vinos a granel perviven para despachos de bodega y tabancos, aunque se introducen distintas modificaciones en formatos, registros, exposición, etc.
Tras este breve repaso de los puntos más importantes del “acuerdo sectorial”, tal y como se denomina, lo primero que hay que decir es que se trata de una buena noticia que el sector haya dejado atrás sus habituales luchas intestinas y haya conseguido un acuerdo tan amplio. No parecía la mejor idea enfrentarse a las dificultades de un escenario de postpandemia con el sector enzarzado en una guerra entre Jerez y Sanlúcar a cuenta de la manzanilla y el fino de Sanlúcar o que siguieran sin resolverse temas sectoriales que llevan años enquistados e impidiendo la renovación del pliego de condiciones de las DO.
No obstante, a la vista del acuerdo, también cabe preguntarse algunas cuestiones. De entrada, ahora mismo dicho acuerdo es poco más que una declaración de intenciones –ciertamente con muchísimo apoyo- ya que la redacción definitiva de cómo quedará el pliego (y probablemente otros asuntos que dimanan del acuerdo) tendrá que volver a pasar por el pleno del Consejo para su aprobación. Puede parecer lo mismo, pero no lo es. El acuerdo tiene aún que convertirse en normativa. Por ejemplo, puede que tenga cabida en el texto definitivo que se envíe a Europa el acuerdo transitorio para poner fin al ‘fino de Sanlúcar’, pero habrá que ver qué ocurre, por ejemplo, con un aspecto que figura en el acuerdo en relación con este tema, como es la colaboración del Consejo Regulador en el posible traslado de dichas existencias de fino a otros municipios mediante deducciones de la liquidación de cuotas a las bodegas afectadas, un tema, sin duda, con calado propio.
Los vinos a granel, cuestionados por algunas bodegas, se mantienen, tanto para el despacho en bodega como para su consumo directo en tabancos. Es curioso que, para justificar su pervivencia, en lugar de apelar a la tradición o similar se haga al enoturismo… debe ser cosa del signo de los tiempos. De ‘peluseo’ se puede calificar todo lo relacionado con las nuevas disposiciones para los despachos de bodega, los pre-envases autorizados, su capacidad, cómo deben servirse… lo mismo se puede decir respecto a los tabancos y los formatos para venta directa, su (no) exposición, el llenado de dispensadores, su área de influencia… y, al final, está claro que en el mundo post damajuana también cabe vislumbrar problemas de control de la trazabilidad para el consumidor–hay cosas que sencillamente son cuestiones de confianza en el ser humano- e incluso es un hecho que todo ese esfuerzo normativo poco o nada ayuda a aportar el valor de marca por el que apuesta decididamente el Consejo Regulador… todo sea por los tabancos, que tanto gustan.
Veremos a ver qué nos deparan las próximas semanas. Lo cierto es que, para variar, es bueno que haya un clima de entendimiento y colaboración entre todas las partes que finalmente haya cristalizado en un acuerdo en el sector y que además cuente con el beneplácito de la Administración, eso desde luego. Ahora veremos cómo se ‘destila’ dicho acuerdo en los pliegos de condiciones de las D.O. y, probablemente, en otros aspectos de la vida del Marco de Jerez a largo plazo. Recuerde el lector que parte de lo acordado tendrá vida hasta dentro de diez años y ahí ya, como diría Tirso, largo me lo fiais…