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¿En Tierra de Nadie?

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¿En Tierra de Nadie?

En el Marco de Jerez, aunque a algunos y algunas le llaman exclusivamente ‘El Marco’. Donde la tierra es blanca, blanquecina, ‘alba’ o amanecer griego, el ‘albus’ latino. Los ciudadanos de Asta Regia gritaron ¡Ave Cesar! ¡Ave Julio! Cuando arribó a la costa, pero el romano no desembarcó en las marismas del Lago Ligustino para hacer una ruta del Mosto.

Cayo Julio la pisó con sus legiones para ir a ver a los Balbos, donde entró directamente al “’Mamaero‘* Gaditanus’” para poder financiar sus guerras. Los Balbos, esa familia patricia que le darían ‘denarius’ del ‘populus’ para vencer al Pompeyo ese, le darían también vino, y seguramente ese vino proviniese de esas mismas tierras albarizas, del ‘Marco de Ceret’ o mejor dicho; del ‘Ager Ceretanus’, si no lo probó ya en la ciudad de Asta.

Después, mucho después, vino Shakespeare, o el nombre que le quieran poner los anti-strafordianos, defensores de la autoría a otro literato, no entro ahí. Pero la universalidad de su nombre sirvió al Jerez como catapulta en Inglaterra para aumentar su consumo. Pero no fue ni el Oloroso, ni el Amontillado, ni siquiera el Fino o la Manzanilla lo que se bebía en tabernas como la ‘Board´s Head’ de Londres. Era otro Jerez, seguramente muy distinto pero de la misma tierra Alba del Marco de Jerez.

William Shakespeare

Un poco más tarde vino el mismo José I, el hermano de Napoleón, al que le decían infundadamente el ‘Pepe Botella’ (todo hay que decirlo). El hermanísimo vino hasta con un ejército, de hecho, le gustó tanto nuestra ciudad, que iban para Cádiz y se quedaron en Jerez.

Detrás de Pepe I, el que se pasó por Jerez fue el Sir Lord Wellington (el mismo que sale en todos los retratos con los cachetes ‘coloraos’), el mismo que perseguía incansable y heroicamente a Napoleón (la historiografía inglesa no habla de los saqueos y violaciones de sus tropas a los pueblos españoles, peor incluso que los franceses), ¡Dame un Sherry! ¡Give me a Sherry please! Diría educadamente, y se bebió el ‘Manso’ seguro el estoico Duque.

Lo que sí es cierto, la filoxera del XIX cambió el rumbo, pero algún ‘pie Franco’ quedaría… eso sí, no de los shakesperianos (strafordianos), ni de los romanos, ni de los fenicios… Si acaso, llegaría a cepas posteriores de la filoxera del XVIII. Que siendo Francos y redundando en este término, tendrían dichas cepas la historia equivalente a las de los todopoderosos Estados Unidos de América ¡Ahí es na! “I belive in miracle” por Joey Ramones cuando probó un vaso de añejo amontillado.

Viña y Bodega Santa Petronila

Sobre el último cuarto del Siglo XIX, la Palomino fue forjándose un camino, poquito a poco su productividad fue cada vez más valorada, los injertos la hacían más fuerte. La Listán sanluqueña, la Horgazuela portuense o la Palomino jerezana (según las sinonimias empleadas por cada cual) fue dando pasos de gigantes en la tierra albariza para ser la materia prima del nuevo Jerez.

De esta misma variedad procede el Jerez que yo he conocido y conozco, el de la gama clásica, un vino único donde los hayas. Si bien es cierto, que ya se utilizaban diversos varietales de uvas para hacer cada tipo de jereces. Hoy en día, se homogeniza en ‘La Palomino’ para dar un vino único, personal y extraordinario. No quiero entender de políticas, de hecho estoy bastante desanimado en ese rumbo. Pero lo que sí entiendo, es que se puede compaginar perfectamente el Jerez de la Bodega y el Jerez del Campo, de las posibilidades reales de nuestros generosos a través de la tierra única que tenemos. Darle ese valor a la tierra.

Poco a poco las Bodegas están recuperando la Tintilla de Rota, se avanza en el Moscatel y las tierras de barros. ¿Por qué no compaginar un tipo de Jerez desde la Albariza? Abrirse a esa idea de poder hacer un Jerez que armonice con los vinos que conocemos hoy en día. Esa simpleza de unir el campo y la bodega. Meramente no digo nada del otro mundo, ni me dirijo a ejercitar la Arqueología Experimental para sacar los jereces que bebía Colunmela o el propio Julio Cesar.

Sencillamente todo tiene cabida sin desprestigiar a este mundo. Ya en su momento se llevaron las manos a la cabeza por vender añadas ¿Es que eso no es otra clase de Jerez? ¿No se puede buscar una complementación que apoyen a los jereces que ya conocemos? Nos podríamos hacer las preguntas desde mi humilde y libre opinión del ¿Quiénes somos? ¿De dónde Venimos? y ¿A dónde vamos? Ya lo hicieron los visionarios ‘tachados’ en su momento y el tiempo les dio la razón.

Dejando a un lado las diferencias, estamos de acuerdo de nuestro potencial. Detractores y defensores que haya, un punto medio ¡Por favor!, ponerse de acuerdo.

Entre el Campo, la Bodega y la Ampelografía (estudio de las vides) para mejorar lo que tenemos. Es más, habrá que estar atentos a un nombre, seguro puede pegar un buen golpe en la mesa. Su nombre: Ramiro Ibáñez Espinar.

*Mamaero: termino ‘arrumbaor’ para denominar un lugar, andana o ‘bota de gasto’ de buen vino.

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